Este mundo está desesperado por encontrar respuestas a las preguntas fundamentales de la vida. ¿De qué se trata la vida? ¿Por qué es la vida tan injusta? ¿Por qué el trabajo es tan frustrante? ¿Cómo puedo estar feliz cuando el mundo parece tan vano?
El espíritu de la época recomienda que encontremos significado desde adentro, es decir, que creemos nuestro propio significado en la vida, y que encontremos significado hacia afuera, en avanzar nuestras carreras, acumular posesiones, y tener experiencias placenteras.Hace miles de años vivió un rey predicador que buscaba el significado de la misma manera. Él concluyó:
“Consideré luego todas las obras que mis manos habían hecho y el trabajo en que me había empeñado, y resultó que todo era vanidad y correr tras el viento, y sin provecho bajo el sol”, Eclesiastés 2:11.
Ese rey predicador fue Salomón, quien escribió sobre su experiencia en el libro de Eclesiastés, un libro cuya franqueza y pesimismo acerca de la vida a veces asusta. Nos hace pensar: ¿dice la Biblia realmente eso?
Phil Ryken llama al Eclesiastés, en broma, “el único libro de la Biblia escrito un lunes por la mañana”.[1] Eclesiastés a veces incluso parece contradecir otras partes de la Escritura (piensa en 1:17-18 o 4:1-3 por un momento). Pero lo que Salomón logra capturar en este libro son las paradojas de vivir en un mundo caído. Al mismo tiempo, podemos disfrutar de la bondad de la creación de Dios (Gn. 1:31) y gemir mientras vivimos en su futilidad después de la caída (Ro. 8:20-23).
Nuestro mundo secular también gime, pero no sabe dónde encontrar esperanza. Las soluciones seculares solo hacen peor el problema, dejándonos sin soluciones reales.
La vida aparte de Dios no satisface
Eclesiastés contrasta la vida “bajo el sol” con la vida “bajo el cielo”. La vida bajo el sol se centra en la existencia del ser humano, mientras que la vida bajo el cielo toma a Dios en cuenta. ¡Qué fácil es caer en una mentalidad “bajo el sol” y solo pensar en la vida en términos humanos, arrastrada por la corriente secular de la cultura!
Según Eclesiastés, Dios “ha puesto la eternidad en [nuestros] corazones” (Ecl. 3:11). Sabemos que hay más de lo que vemos, y el mundo secular lo sabe también. Es por eso que anhelamos la trascendencia y la grandeza. Queremos que nuestras vidas dejen un legado duradero. Adoramos bandas de rock, o hablamos de quien es el mejor atleta de nuestro deporte favorito, o buscamos políticos para llenar el vacío de adoración en nuestros corazones. ¿Por qué los adivinos todavía hacen negocio en una cultura secular? ¿Por qué las naciones secularizadas como Islandia creen que existen los elfos? Nuestro corazón nos dice que hay algo más allá de lo que vemos.